Donatien Alphonse François de Sade, más conocido nobiliariamente por su título de marqués de Sade lo deja meridianamente claro en su novela Justine o los infortunios de la virtud escrita en 1787.
Justine la adolescente protagonista de esta novela, hace la siguiente reflexión:
«¿Bajo qué fatal estrella tengo que haber nacido, me dije, para que me resulte imposible concebir un solo sentimiento de virtud que no sea inmediatamente seguido por un diluvio de males, y cómo es posible que esta ilustre providencia, cuya justicia me gozo en adorar, al castigarme por mis virtudes, me haya ofrecido al mismo tiempo la visión de quienes me aplastan con sus vicios en la cúspide?»
En la sociedad materialista en la que vivimos esta reflexión de Justine es de plena actualidad, no pienses que un león te vaya a perdonar la vida porque seas vegetariano, vivimos en una sociedad de presas y depredadores donde solo se empatiza por el interés, donde solo se entienden los problemas propios y se obvian los de los demás por muy evidentes que sean, el que seas buena persona no implica que la vida te vaya a tratar mejor.
Las mejores y peores cosas de la vida no son “cosas” son sentimientos.